jueves, 13 de mayo de 2010
Diez años de trabajo para una colección de errores
Por Eduardo Kragelund
El "Diccionario de americanismos”, que con tanta pompa ha sido promovido por la Real Academia Española (RAE), fue recibido con fuertes críticas durante su presentación en Perú.
La RAE lo ha publicitado como una obra magna. Y grande es, al menos. Tiene 2400 páginas, elaboradas durante diez años de trabajo en los que, según dicen, se han consultado unos 150 diccionarios de americanismos. En él han participado las 22 sucursales que la RAE tiene en América, entre ellas la peruana, y la casa matriz, que desde Madrid le otorgó su bendición.
Sin embargo, tanto tiempo y trabajo parecen no haber dado el resultado esperado. Durante la presentación oficial que se hizo en Perú, actos donde se reparten halagos y buenos modos, el nuevo diccionario fue recibido con una andanada de críticas. En lo que a Perú se refiere, dijeron los presentadores, está lleno de errores. Hay distorsiones en los peruanismos registrados y omisiones importantes, lo que lo convierte en una colección "indiscriminada, engañosamente rica" de vocablos de uso muy restringido, con etimologías erráticas o incompletas y una ortografía caótica.
Estas críticas, sumadas a muchas otras hechas por expertos en la lengua, llevan a la pregunta que muchos nos hicimos cuando se anunció la obra. ¿Por qué hacer un diccionario de americanismos?, ¿no sería mejor hacer un diccionario de todos los castellanos que se hablan, entre ellos los diferentes españoles de la península? O si se quiere hacer un diccionario que sólo recoja las palabras comunes a todos los castellanos, ¿no sería lógico, en todo caso, hacer otro que incluyera todos los "ismos", incluido los españolismos y no sólo los americanismos?
Aquí abajo dejo la crónica sobre la presentación divulgada desde Lima por EFE, la agencia española de prensa. Dada su íntima relación con la RAE -ambas instituciones son parte medular de la Fundación del Español Urgente (Fundéu)- supongo que habrá sido muy cuidadosa a la hora de reseñar las críticas. Digo, por aquello de no escupir en la mano que te da de comer.
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lunes, 19 de abril de 2010
Una más de la Academia Norteamericana de la Lengua Española
Por Eduardo Kragelund
Como periodista, uno está obligado a leer muchas cosas y de muy diferente pelaje. Pero hay veces que no se sabe si se trata de una cargada (tomadura de pelo, en castellano argentino) o simplemente de gente ignorante o que dice barbaridades gratuitamente.
Este es el caso de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE). Luego de años de silencio -muy beneficioso para el personal, a juzgar por lo que está produciendo ahora-, se largó a dictaminar cómo deben usar su lengua los 40 millones de castellano hablantes que viven en los Estados Unidos. Si lo quieren ver, no tienen más que ir a Dígalo bien, unas pastillas que transmiten semanalmente por la cadena Univisión.
Ahí nos podemos enterar que no sólo los latinos que viven en Estados Unidos "no lo dicen bien", sino que prácticamente todos o una gran mayoría de los latinoamericanos hablamos bastante distinto de lo que estos académicos desearían. Por ejemplo, muchos decimos "antisocial" y no "insocial", como propone la ANLE a pesar de que nadie usa esa palabra. Excepto ellos, claro está. Del mismo modo, para los expertos de esta academia con sede en Nueva York lo correcto es "opción" y no "alternativa", o "capacitación" y no "entrenamiento", aunque ambas palabras "malas" estén en el mataburros mayor del castellano, el Diccionario de la Real Academia Española.
Ni hablemos de las palabras propias del castellano estadounidense, absolutamente implantadas en el lenguaje diario de los latinos en Estados Unidos. Usar "vestimenta casual" y no "informal", "average" y no "promedio", "llueven perros y gatos" en lugar de "llueve a cántaros", "gangas" y no "pandillas", "introducir" y no "presentar", son verdaderos pecados mortales. Ni qué hablar de "parquear".
Pero el colmo de estos académicos, para quienes evidentemente la lengua es un producto de laboratorio que debe regirse por normas impermeables a todo uso, es que comenzaron a inventar palabras, como si los usuarios del idioma estuvieran esperando que un genio les venga a decir cómo deben denominar las cosas. Y aquí me paro. Los dejo con una verdadera joya titulada "Hispanounidense o cómo nace una palabra", una entrevista que un académico de la ANLE, Manuel Garrido Palacio, le hace el 7 de abril del 2010 al director de la ANLE, Gerardo Piña-Rosales. Un clásico autobombo, como diríamos los que hablamos el castellano argentino.
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Texto de la entrevista (aclaro que se trata de la versión integra de la entrevista, a la que no se le tocó ni una coma)
La Academia Norteamericana de la Lengua Española de Nueva York (ANLE), fundada en 1973, es una de las 22 academias de nuestro idioma en el mundo. Sin fines de lucro, tiene por misión fomentar el uso correcto de la lengua española en los Estados Unidos. Su Director hoy es el escritor y catedrático Gerardo Piña-Rosales.
Manuel Garrido Palacio: Hace poco surgió en el seno de la Academia Norteamericana la palabra «hispanounidense»; ¿qué hay dentro de ella, a quién o a quiénes se aplica?
Gerardo Piña-Rosales: Este neologismo, del que soy acuñador, describe a las personas de origen hispano —hablen o no español— que residen en Estados Unidos. Me parece un vocablo más acertado que los que se han venido usando hasta ahora: «Hispanic», latino, hispano, etc.
MGP: ¿Cómo nace una palabra? ¿Se busca, se encuentra, se celebra su presencia en la Casa de las Palabras, es decir, la Academia?
GPR: Las palabras nacen, viven y mueren como cualquier organismo. Las hay que nacen porque se necesitan para nombrar algo nuevo, algo que antes no existía. La Academia no crea las palabras, sino el pueblo, la gente. Después, si el nuevo vocablo arraiga (sobre todo porque no atenta contra el genio de la lengua), si millones de personas lo usan, la Academia lo recoge en sus diccionarios. En Estados Unidos, muchas de las voces que hoy se consideran anglicismos inaceptables, al cabo de los años y por el uso reiterado que de ellos hace la población, acabarán siendo parte, y parte legítima, de la lengua española.
MGP: ¿Qué piensa del llamado espanglish?
GPR: Que es un fenómeno natural; una realidad. El español de Estados Unidos tendrá siempre características propias; la más relevante es la influencia del inglés. Pero eso no significa que hablemos Spanglish. Lo que no debemos hacer, como han hecho y hacen algunos profesores y educadores (por llamarlos de alguna forma) es proponer el Spanglish o espanglés como una nueva lengua, como un idioma que incluso hay que aprender. Eso es decirles a los millones de inmigrantes que no se preocupen por mejorar su español ni por aprender inglés. A mi juicio, estos defensores del Spanglish (ensalada de la que, por cierto, ellos mismos no gustan) están haciendo un flaco favor a las personas, sean inmigrantes o no, que desean superarse, que aspiran a poder desenvolverse algún día en ámbitos profesionales.
MGP: ¿Qué hace la ANLE en este sentido?
GPR: La Academia Norteamericana, con fondos muy limitados, con muy poco apoyo gubernamental (ni de España ni de Estados Unidos), hace lo que puede. Hemos suscrito un convenio con GobiernoUSA, agencia del Gobierno estadounidense que informa y presta ayuda a los hispanos a través de sus páginas web. La ANLE asesora a esta agencia para que el español que ésta utiliza sea lo más correcto posible. Acabamos de publicar el libro Hablando bien se entiende la gente (Ed. Santillana USA), con más de 300 consejos idiomáticos, también transmitidos por Univisión todas las semanas. Y no hay que olvidar que el Gobierno de Estados Unidos ha reconocido a la ANLE como la máxima autoridad del español en este país.
MGP: ¿Cómo se defiende un idioma en esa primera línea?
GPR: La mejor defensa es hablarlo y escribirlo bien; pero para ello me parece fundamental que las nuevas generaciones de hispanounidenses no olviden su origen, su cultura, su lengua. Hay que luchar para que los jóvenes hispanos no abandonen la escuela, la universidad. Nos guste o no nos guste, la clase media educada es la que mejor conserva y defiende el idioma, por la sencilla razón de que posee una conciencia lingüística, una conciencia cultural; sabe que el español es una lengua universal, expresión de una rica y variada cultura, por no hablar de las ventajas económicas del bilingüismo.
MGP: Parece difícil hablar de un grupo homogéneo de hispanohablantes.
GPR: El conocimiento de la lengua vernácula depende del grado de escolaridad del hablante. Una gran mayoría de los hispanos que viven en Estados Unidos (personalmente, me parece aberrante hablar de legales e ilegales) proviene de países pobres y de estamentos sociales muy humildes. Es comprensible que su nivel de habla y escritura no sea muy elevado. Pero también es verdad que existe ya una pujante clase media, educada, que se siente cada vez más orgullosa de su lengua y de sus orígenes hispánicos, personas para quienes el ideal es el bilingüismo, la biculturalidad.
MGP: Podemos decir entonces que la salud del español en Estados Unidos es…
GPR: ¡Muy buena!
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Kragelund Eduardo
jueves, 25 de marzo de 2010
Los secundarios de la Real Academia Española
Por Luis Carlos Díaz Salgado
[Artículo originalmente publicado en el mensual de crítica de la cultura La Fiera Literaria (versión impresa), núm. 222, Madrid-Barcelona-Sevilla, marzo del 2010. Rechacen plagios como este.]
Ya sé que dicho así, de sopetón, puede resultar un poco difícil de creer; pero les aseguro que pocas actividades me resultan tan entretenidas y chistosas como leer en la prensa las noticias relacionadas con la Real Academia Española. No me ocurre con todas ellas, eso también es cierto; a algunas les concedo la relevancia y el alcance que realmente tienen, como la reciente elección de Inés Fernández Ordóñez, la primera lingüista que ingresa en la RAE, o la más reciente aún presentación de la nueva Gramática académica, la más cercana a la ciencia lingüística de las hasta ahora elaboradas y publicadas por la institución. Sin embargo —y como les decía—, estos casos son las excepciones, y por regla general las noticias sobre la Academia suelen producirme el mismo efecto que el de una sesión de risoterapia. En fin, qué le voy a hacer, soy así de raro; ya sé que para la mayoría de hispanohablantes la Real Academia Española es una respetable institución cultural donde la tradición, la solemnidad y la ceremonia se confunden a menudo con lo viejo, lo fastidioso y lo aburrido —y esto poco tiene de entretenido, claro está—; pero yo, por el contrario, encuentro que las declaraciones que realizan los académicos no sólo son divertidas, sino que en ocasiones resultan más hilarantes que las letras de una chirigota gaditana.
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En esta tarea de divertirme a golpe de declaraciones y ocurrencias desatinadas brillan con luz propia los escritores. Nada más conocerse que han sido nombrados académicos —y como si del ganador de un concurso de belleza se tratara—, son tantos los disparates y tantas las banalidades que cuentan los recién llegados que sólo pueden compararse en vacuidad y desparpajo con los disparates y las banalidades que declararon en su día los escritores académicos ya veteranos. Lean, por ejemplo, lo que confesaba hace unos días la escritora Soledad Puértolas, última adquisición de la RAE, cuando un periodista le preguntó sobre la función que desempeñaría en la denominada Docta Casa:
Ni idea. Lo que me pidan. Lo que soy. Mucha ciencia no creo, no soy gramática ni tengo los conocimientos eruditos de un filólogo o un lingüista. Será algo mucho más personal y subjetivo, como lo es la creación literaria; y algo más intuitivo, quizá más arriesgado. Un acercamiento natural a la lengua.
Ya les digo, como si de una cuchufletera se tratara, la séptima mujer de la historia española en convertirse en académica numeraria de la lengua (sólo siete en trescientos años de historia) se presenta ante la prensa para declarar —eso sí, con una sonrisa de oreja a oreja— que no tiene más idea de gramática, filología o lingüística que la de andar por casa, y que lo suyo será, por tanto, «un acercamiento natural a la lengua». Signifique lo que signifique esta última frase, ¿se imaginan ustedes a un miembro electo de la Academia de la Historia afirmando que sólo puede dar fe de los tiempos que le han tocado vivir? ¿Podrían entender que un académico de Farmacia confesara que las medicinas que mejor conoce son las aspirinas y el ibuprofeno que toma cuando le da fiebre? ¿Comprenderían que un académico de Jurisprudencia anunciara sin sonrojo ante la prensa que las únicas leyes que domina al dedillo son las de la república independiente de su casa? No, ya sé que no. Este comportamiento sería impensable en una institución medianamente seria; y, por ello, en la Academia de Farmacia ingresan los farmacéuticos; en la de Historia, los historiadores; en la de Jurisprudencia, los jueces y abogados; y en la de Medicina, los médicos. Además, de esta manera —y por lógica tan simple—, los miembros de estas Reales Academias se ahorran el bochorno de confesar públicamente que no tienen ni idea de por qué o para qué han sido elegidos.
A diferencia de estas instituciones, y salvo en el caso de los pocos lingüistas y filólogos, la mayoría de miembros de la Real Academia Española se caracteriza por esmerarse en airear sus desnudas posaderas lingüísticas tan pronto conocen que han conseguido uno de los sillones con nombre de letras. Este comportamiento, además, es tan previsible como una ley física, créanme: se cumple irremediablemente y sin excepción alguna. Se me viene a la memoria, por ejemplo, el caso de Arturo Pérez Reverte, quien confesó —sin duda con el pecho henchido del orgullo hispano que lo caracteriza— que junto a él entraban en la Academia «todos sus lectores», y que su primera tarea en esta institución sería la de «escuchar y aprender». Es bien conocido por todo aquel que lo haya leído que Arturo Pérez Reverte es un cachondo en toda regla, pero hay que reconocer que aquí el escritor cartagenero se superó a sí mismo. Porque quien ingresó en una institución cultural dedicada a la lengua española sin pasar por una Facultad de Filología —que es donde los lingüistas van a «escuchar y aprender»— es él; quien aumentó su caché al hacerlo es él; quien a partir de entonces va de gañote a los Congresos de la Lengua que se celebran en América es él; y es él, en definitiva, quien aceptó ser académico de la lengua sin merecerlo; no por deméritos literarios, sino por deméritos científicos. Sus lectores no tienen la menor culpa de que a Reverte le atraigan los honores, seamos justos; bastante tienen ya con leer los comentarios machistas y carpetovetónicos que adornan muchas de sus obras literarias y la mayoría de sus artículos periodísticos. A cada uno, lo suyo.
Javier Marías, amigo y compañero de fatigas de Pérez Reverte, también ofreció en su día un buen ejemplo de esta guasa académica tan socarrona de la que yo disfruto enormemente. Tras conocer su nombramiento, Marías confesó sin empacho alguno que «no entendía por qué la Academia admitía en su seno a novelistas», ya que la labor de estos era «bastante pueril». Es difícil mostrar mayor desparpajo e ironía a la hora de aceptar un cargo, no me lo nieguen: es como cuando Groucho Marx afirmaba que jamás ingresaría en un club donde admitieran a gente como él. Y que conste que yo coincido con Javier Marías en lo principal: yo tampoco entiendo el criterio de la Real Academia Española a la hora de admitir nuevos miembros. No entiendo que en una academia de la lengua las decisiones lingüísticas las tomen escritores, biólogos, almirantes, sicólogos, arquitectos o periodistas. Tampoco comprendo que personas cultas y de gran talla intelectual y profesional —como muchos de los miembros de la RAE— admitan un cargo y una responsabilidad teórica para la que lisa y llanamente no están preparados. Así pues, o están locos estos académicos nuestros… o son unos guasones. Porque, díganme: ¿A quién en sus cabales se le ocurriría encargar la redacción de un diccionario a un poeta, por más genial que este pudiera ser? ¿Quién, con un poco de sentido común, escogería para redactar una gramática a un novelista, aunque fuese Premio Nobel? ¿En qué cabeza cabe, por tanto, que podamos tomarnos en serio a una institución en la que muchos de sus miembros declaran no tener ni idea de lo que hacen allí? El funcionamiento de la Academia Española es pura locura o pura broma, ya les digo, y por eso me resulta tan jocoso comprobar cómo mucha gente incluso considera que esta institución es ejemplo de seriedad y buen hacer: ¡bendita inocencia!
En fin, para mi deleite particular, lo paradójico de este comportamiento irracional y caduco que confunde un arte, la literatura, con una ciencia, la gramática, radica en que no es exclusivo de la Academia Española, sino que lo practican la mayoría de academias de la lengua. Un ejemplo muy claro de esto que les cuento tuvo como protagonista al director de la Euskaltzaindia, la Academia de la Lengua Vasca. Esta institución, que se encarga de elaborar la ortografía, el diccionario y la gramática del euskera, rechazó en su día al lingüista vascofrancés Xarles Videgain para admitir poco después a un ingeniero industrial, Andoni Sagarna, y a un escritor, Bernardo Atxaga. Con la intención de justificar ante los medios el extraño criterio de su institución a la hora de escoger nuevos miembros, el director de la Academia Vasca, el notario Andrés Urrutia, no dudó en resaltar ante la prensa las excelencias y el compromiso de este último:
Hay quien piensa que le hemos dado un premio nombrándole euskaltzaina [miembro de la Academia Vasca]. En realidad, le hemos llamado para trabajar.
Si el señor Urrutia hubiese tenido en cuenta la ley inmutable de la que les vengo hablando, esa que establece que un escritor recién elegido académico lo primerito que hace es el ridículo, entonces el director de la Academia Vasca se habría cuidado muy mucho de efectuar tales afirmaciones, porque al bueno de Bernardo Atxaga le faltó tiempo para declarar ante la prensa:
La pregunta debería ser qué tipo de trabajo puedo hacer. Porque es evidente que no puedo aportar mucho a las cuestiones intrínsecamente lingüísticas. Yo no puedo hacer gramáticas ni diccionarios, ni puedo ayudar en esos quehaceres. Lo que sí puedo hacer con más dedicación es esa tarea de cara al exterior. […] Sería una especie de propagandista de la lengua en el extranjero.
Vamos, que Atxaga ingresaba en la Academia Vasca para trabajar… de relaciones públicas: acabáramos. Así se entiende que Xarles Vidagain fuera rechazado en esta institución; así se entiende también que la propia RAE desestimara en su día la candidatura del lingüista Antonio Quilis para dejar sitio a Juan Luis Cebrián; así se entiende que la RAE escoja ahora a Soledad Puértolas cuando no hace tanto le negó el asiento al subdirector de ¡su propio Instituto de Lexicografía!, Rafael Rodríguez Marín, un lingüista competente que abandonó la institución poco después, no se sabe si por hastío o por vergüenza torera. Así se entiende, en definitiva, que la Academia haya tenido que recurrir a gramáticos y lingüistas ajenos a su seno para elaborar la nueva Gramática, la primera obra medianamente científica de toda su historia. Pero vaya, situaciones esperpénticas como estas no son raras cuando 31 de los 46 miembros de una academia de la lengua se dedican a las relaciones públicas y a la propaganda en vez de a la lingüística. Ese es el chiste con el que me vengo riendo desde hace ya muchos años.
En fin, ahora que se apagan en la prensa los ecos de la elección de Soledad Puértolas sé que me aguardan algunos meses de apatía hasta que la Academia elija a otro médico, a otro cineasta o a otro escritor, que bien podría llamarse Almudena Grandes, Elvira Lindo, Maruja Torres, Juan José Millás, Carlos Ruiz Zafón o cualquier otro peso pesado de nuestra liviana literatura actual; total, lo mismo daría uno que otro. Por eso les confieso que yo esperaré confiado y expectante, ya que estoy seguro de que sea quien sea el elegido —o la elegida— me proporcionará los mismos buenos ratos que Marías, Reverte o Puértolas, quien por cierto ya ha adelantado que su discurso de ingreso en la Academia versará sobre los personajes secundarios. Si me acepta el consejo, y en compensación por las risas que me he echado a costa de sus declaraciones, yo recomendaría a Soledad Púertolas que, en vez de citar a personajes literarios, fijara la vista y el ingenio en los escasos lingüistas de la institución en la que ingresa. Nada mejor para hablar de subalternos en el salón de plenos de la RAE que recordar a los científicos del lenguaje, los auténticos secundarios de la Real Academia Española.
Este artículo se terminó de escribir en Sevilla, a mediados del mes de febrero del 2010.
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Díaz Salgado Luis C.
martes, 9 de marzo de 2010
La expresión "me tienen los huevos al plato", ¿estará en el nuevo diccionario?
Bajo este titulo, el blog "Club de Traductores Literarios de Buenos Aires" publica un artículo de Jorge Aulicino, poeta, periodista y director de la Revista Ñ de Buenos Aires, sobre la aparición del Diccionario de Americanismos de la Real Academia Española. Tomando como base las declaraciones del Secretario General de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Humberto López, Aulicino pone en blanco sobre negro una realidad que a muchos "nos tiene los huevos al plato": el espíritu centralista, con rancio sabor imperial, que anima la normativa que pretende imponer la RAE a 45O millones de castellanohablantes, de los cuales 400 millones hablamos un castellano no español.
A continuación, el artículo de Aulicino.
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Un caballo como el de Troya para entendernos mejor
Por Jorge Aulicino
Ahora que el desgraciado terremoto en Chile convirtió el Congreso de la Lengua, que debía realizarse en Valparaíso, en un congreso virtual (se podrán ver en la red las ponencias), resulta más patético leer el texto que sigue, un recuadro en la edición del domingo pasado de Babelia, el suplemento de cultura de El País, de Madrid, cuyo tema de tapa es el idioma, en relación con el Congreso de la Lengua. El recuadro se refiere al Diccionario de Americanismos que ya apareció en España y aquí. Cada palabra de este breve texto parece acrecentar sus significados en medio de una nota más amplia cuyo copete asegura que el "español de América protagoniza el Congreso de la Lengua" y ahora que el Congreso no se celebra ya sobre tierra firme americana. Léase:
"El diccionario de americanismos es fundamentalmente un diccionario descodificador, explica el Secretario General de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Humberto López. El objetivo es que la gente conozca una palabra o expresión de América y se sitúe. Así todos los textos escritos allá pueden ser entendidos en el mundo. Es un diccionario, según López, que "viene a llenar un vacío. Hasta ahora si alguien quería conocer algún americanismo tenía que comprar o leer el diccionario de Moringo que lleva treinta y tantos años". // Se trata de una idea centenaria y puesta en marcha en 1998 con el trabajo de las 22 academias. Cada una propuso, envió, revisó y aprobó las palabras y definiciones coordinadas en Madrid. El diccionario es el más completo del léxico americano, tiene 2.500 páginas, más de 70.000 entradas, unas 120.000 acepciones, sinónimos y variantes en la mayoría de las voces, etimología y procedencia de las palabras en la mayoría de los casos. "Es un aire fresco que entra sobre todo para el público español. Un trabajo rompedor desde la lexicografía en general", y concluye López: "Se lo debíamos a los hispanoamericanos".
Notas:
"Diccionario descodificador": El redactor cita nada menos que al Secretario General de la asociación que reúne a las Academias de 22 países de lengua castellana; se refiere –el mentor– a que los americanos debemos ser pasados en limpio, pues al parecer, hablamos todos un slang, un código;
"La gente": Sustantivo colectivo que parece englobar al mundo, exceptuados los americanos de habla castellana. En efecto, se trata de eso, pues el Secretario dice inmediatamente: "todos los textos escritos allá pueden ser entendidos en el mundo."
"Cada uno propuso, envió, revisó y aprobó las palabras y definiciones coordinadas en Madrid": el orden no permite percibir claramente cómo se hizo el trabajo, ya que al parecer primero las palabras se propusieron y enviaron, y luego se las revisó y aprobó, coordinadas (las palabras) en Madrid. La oración trasmite que ha habido un confuso trabajo, en el que quizá las palabras se iban aprobando a medida que se las "coordinaba";
"Un aire fresco para el público español": Confrontar con "la gente".
"Un trabajo rompedor": Probablemente, rupturista. Quizá, molesto (en el sentido americano, específicamente argentino, de romper los huevos);
"Se lo debíamos": ¿Los españoles coordinadores?
"A los hispanoamericanos": A todos ellos.
Me resisto, me debato, me contengo, me remuerdo, para no creer que este suelto ha sido dictado por algún improbable espíritu centralista del idioma, por una Casa de Indias de la lengua, pero está tan lleno de anfibologías y pleonasmos que me da espina. Que me cuelguen si los americanos somos un bloque lingüístico, por empezar, y si vale lo mismo, por ejemplo, decir aquí "pico" que decirlo en Chile, sin provocar allá una carcajada, al menos una sonrisa condescendiente. Y que me echen los galgos si no tenemos los americanos entre nos tantas cosas lexicográficamente distintas como los españoles con cualquiera de nosotros. Y que Dios y la Patria me lo demanden si entiendo que la Academia ha querido hacernos un regalo para que nosotros mismos nos entendamos. Y pongo los pies en polvorosa.
Si este criterio de la RAE, que convierte en un bloque de americanismos a los chilenismos, peruanismos, paraguayismos, mexicanismos, etc.; es decir a nuestros léxicos diversos; es decir, los léxicos de la mayor parte de los hispanohablantes; si este criterio, digo, es el mismo que debe regir las traducciones... en fin, estamos en el horno (argentinismo por “en dificultades serias”, o directamente, por “condenados”).
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Aulicino Jorge
sábado, 27 de febrero de 2010
La puntuación, según San Cortázar
Por Marcelo di Marco, escritor y coordinador del taller Corte y Corrección
Relean los cuentos de Julio Cortázar y abrirán una ventana a la libertad creadora. Verán cómo el aire fresco de la novedad arrasa con los machetes de los impotentes y revuelve los libretos aprendidos a lo loro. Mientras los profetas de la cultura light se sacan pelusa del ombligo, y bien intencionados teóricos meditan sosegadamente sobre tal o cual tornillito, la palabra límpida y salvaje de Cortázar pasa sobre todos ellos a la velocidad de la luz.
Detengámonos en el comienzo de uno de sus mejores cuentos fantásticos para verificar cuán artero puede llegar a ser el uso adecuado —que no "correcto"— de los signos de puntuación.
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En "No se culpe a nadie", historia que integra la primera parte del libro Final del juego, Cortázar nos muestra qué peligroso es intentar ponerse un pulóver a los apurones, pegado a una ventana en un piso doce. Sobre todo, cuando la propia mano diestra se vuelve independiente para complicarnos mucho más las cosas; el procedimiento, caída libre mediante, terminará con la vida del personaje.
Si hacen la prueba de leer el cuento en voz alta desde el principio, hacia el final se descubrirán casi gritando. Pídanle a algún amigo que lo lea, y le pasará lo mismo. El ritmo narrativo del relato es de una velocidad tal que sus casi tres páginas parecen suceder en un momento. No es que comience con lentitud y vaya acelerando; parte directamente a alta velocidad, quemando gomas:
El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel, pero ahora a las seis y media su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento, ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco, hay que ponerse el pull-over azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pull-overs, irse encerrando, alejando.
Noten cómo todos los elementos de la frase marcan el tempo rápido: la puntuación intencionadamente "errónea", la equilibrada longitud, la utilización del verbo en presente, la variedad del tono siempre apresurado, tan nervioso como el personaje, que sabe que está llegando tarde a su encuentro.
Pongámonos en la piel de un purista de la lengua, e intentemos puntuar el texto a la manera de ese culto caballero de antaño:
El frío complica siempre las cosas. En verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel... Pero ahora, a las seis y media, su mujer lo espera en una tienda para elegir un regalo de casamiento. Ya es tarde y se da cuenta de que hace fresco: hay que ponerse el pull-over azul, cualquier cosa que vaya bien con el traje gris. El otoño es un ponerse y sacarse pull-overs; irse encerrando, alejando...
Relean atentamente las dos versiones, en lo posible en voz alta. Parece mentira que suenen tan diferentes. A pesar de que no hemos cambiado una sola palabra, la "nueva" versión —la "correcta"— suena tibiecita, humildona, tan sin vida... Parece, incluso, que hasta el concepto mismo ha cambiado.
Todo el cuento seguirá desarrollándose así, a mil por hora, precipitándose hacia ese final de doce pisos. Gracias a la utilización estratégica de puntos y comas, Cortázar ha logrado adecuar su estilo a la materia narrativa que tiene entre manos.
Eso es perfección.
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Di Marco Marcelo
viernes, 26 de febrero de 2010
El Diccionario del Diablo
Periodista y escritor, Ambrose Bierce (foto), nacido en Estados Unidos en 1842 y desaparecido en México, es recordado por su mordacidad e ironía. Hijo de un padre que se suicidó cuando tenía 5 años y abandonado luego por la madre junto con sus ocho hermanos, desempeñó los más diversos trabajos, peleó en la guerra civil de su país, deambuló por diferentes diarios y revistas y escribió cuentos y relatos en los que destiló su misantropía y críticas corrosivas contra la corrupción en la política estadounidense.
Aunque tiene relatos que llevaron a considerarlo como un heredero de Edgar Allan Poe y Herman Melville, su Diccionario del Diablo es quizás la obra más representativa de su estilo caústico que le valió el apodo de “El amargo Bierce” (Bitter Bierce). Definiciones como la de la fe ("Creencia sin pruebas en lo que alguien nos dice sin fundamento sobre cosas sin paralelo") o la de la autoestima ("Evaluación errónea") lo pintan de cuerpo entero.
Pero quizás lo que más define su vida y pensamiento fue la carta que dejó a sus familiares antes de partir hacia México, fechada en Washington el 1 de octubre de 1913, donde dice: “(…) Adiós — si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad, o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México — ¡ah, eso sí es eutanasia! (...)”.
En México, con sus 71 años, se unió en Ciudad Juárez al ejército de Pancho Villa como observador y llegó hasta Chihuahua, donde se desvanece su rastro. La última noticia cierta fue una carta que escribió a un amigo íntimo, fechada el 26 de diciembre de 1913. La Enciclopedia Británica dice que pudo haber muerto en el sitio de Ojinaga, en enero de 1914. Un documento de la época habla de la muerte de un “gringo viejo” en esa batalla. Pero, a ciencia cierta, nadie sabe qué pasó con él.
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Bierce Ambrose
viernes, 19 de febrero de 2010
La nueva Gramática de la lengua española
Por Cristian Fallas, filólogo y colaborador de la Academia Costarricense de la Lengua en la revisión del texto analizado.
1. La Nueva gramática de la lengua española: su relación con otras obras académicas y algunas características generales
1.1. Tal vez las dos diferencias más notorias con respecto a otras obras académicas son su amplitud y la atención que se presta a Hispanoamérica. Por esta razón se incluyen ejemplos de muchos autores de diversas nacionalidades y también se incluyen muchísimas variantes de uso de todos estos países. Además, se definen esas variantes cuando se trata de palabras o locuciones.
1.2. En la Nueva gramática de la lengua española no se pone énfasis en las cuestiones normativas, sino en la descripción gramatical, lo cual se explica claramente en el prólogo (p. XLIII). El fin primordial de esta obra es mostrar cómo es y cómo funciona la lengua española, aunque también tienen cabida las recomendaciones de uso o los juicios normativos por ser una gramática académica.
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1.3. Como se explica en la página XLV, en la Nueva gramática de la lengua española se incluyen muchas citas textuales para representar distintos usos o variantes y describirlos, pero los autores de las obras citadas no se proponen necesariamente como modelos dignos de imitación; por consiguiente, no siempre son representantes de una norma determinada.
1.4. A diferencia de la Nueva gramática de la lengua española, el Diccionario panhispánico de dudas y la Ortografía de la lengua española sí son obras concebidas con fines primordialmente normativos.
1.5. En la Nueva gramática de la lengua española, lógicamente, tampoco se pone énfasis en las cuestiones ortográficas; sin embargo, hay algunos casos en los que se añaden algunas notas de este tipo e incluso se da alguna regla ortográfica nueva, como se verá más adelante.
1.6. En la Nueva gramática de la lengua española no siempre se propone un solo análisis para los distintos fenómenos gramaticales. En los casos polémicos se incluyen las propuestas más generalizadas entre los especialistas. En otros casos se especifica cuál opción se elige para emplearla en el texto.
1.7. Aunque la Nueva gramática de la lengua española no es una obra histórica, se incluyen muchas explicaciones relacionadas con etimologías, por ejemplo, o también se citan autores, palabras, acepciones, etc., de otras épocas para mostrar algún uso que existió hace siglos.
1.8. La Nueva gramática de la lengua española se publicará en tres versiones. La versión amplia está dirigida a estudiosos de la lengua española.
2. Partes de la Nueva gramática de la lengua española
La obra se divide en tres partes: fonética, morfología y sintaxis, pero solamente se han publicado los tomos (dos) correspondientes a las dos últimas.
A continuación se mencionan algunos de los tantos temas de la obra que pueden ser relevantes o nuevos para muchos lectores, especialmente si se toman como base las otras gramáticas académicas. Los números que están entre paréntesis corresponden a los párrafos de la obra.
En el primer capítulo se explican muchos conceptos indispensables para comprender la obra. Se tratan las partes de la gramática y las unidades fundamentales del análisis gramatical (1.1a-1.13u).
2.1. Morfología
En esta parte solo se incluyen los aspectos relacionados con la formación de palabras (los atinentes a los morfemas), como el género, el número, la conjugación verbal y los afijos. También se detallan exhaustivamente los procedimientos para formar palabras, como la derivación, la prefijación y la composición.
Las clases de palabras o partes de la oración (sustantivo, adjetivo, preposición, etc.) son parte de la sintaxis.
2.1.1. Género y número
2.1.1.1. Se explica claramente lo que significa género no marcado y se aclara que no es necesario usar el desdoblamiento de género, como las niñas y los niños, siempre que el género no marcado sea suficientemente explícito para abarcar a los dos sexos: masculino y femenino (2.2a-2.2l).
2.1.1.2. Al igual que se hace en otros estudios gramaticales, en vez de referirse a los sustantivos de género común y sustantivos de género ambiguo, se habla de sustantivos comunes en cuanto al género y sustantivos ambiguos en cuanto al género (2.4).
2.1.1.3. Se ejemplifican muchos usos de sustantivos y locuciones nominales, entre los cuales están los siguientes: pitonisa (femenino de pitón), sacerdote (común en cuanto al género, pero también existe el femenino sacerdotisa), testigo (común en cuanto al género), azúcar (ambiguo en cuanto al género cuando se emplea en singular, pero masculino cuando se usa en plural: los azúcares), cabeza de familia (común en cuanto al género), modisto (masculino), modista (común en cuanto al género), autodidacta y políglota (comunes en cuanto al género) junto a autodidacto y polígloto (masculinos), poeta (común en cuanto al género), poetisa (forma femenina rechazada por las propias escritoras), jefe (común en cuanto al género) junto a jefa (femenino), cliente (común en cuanto al género) junto a clienta (femenino), presidente (común en cuanto al género) junto a presidenta (femenino), jurado (común en cuanto al género cuando significa ‘miembro de un jurado’), jueza (femenino usado en varias zonas, pero no en otras, como fiscala o médica), cabo (común en cuanto al género), soldado (común en cuanto al género), árbitra (femenino de árbitro), notaria (femenino de notario), matemática (femenino de matemático), física (femenino de físico), informática (femenino de informático), música (femenino de músico), política (femenino de político), química (femenino de químico), perita (femenino de perito), agravante (ambiguo en cuanto al género), interrogante (ambiguo en cuanto al género), armazón (ambiguo en cuanto al género), pelambre (ambiguo en cuanto al género), maratón (ambiguo en cuanto al género), sartén (ambiguo en cuanto al género) (2.3j, 2.4a, 2.4i, 2.5d, 2.5e, 2.5h, 2.5j, 2.5m, 2.6a, 2.6c, 2.6f, 2.6g, 2.8a, 2.8e, 2.8f, 2.8g, 2.8l).
2.1.1.4. Se recomienda evitar discordancias como taller automotriz a pesar de estar muy extendidas. Se recomienda, por tanto, emplear en su lugar las formas concordadas: taller automotor (2.3n).
2.1.1.5. Se recomienda evitar el uso de analfabeta como sustantivo común en cuanto al género: el analfabeta/la analfabeta (2.5d).
2.1.1.6. El uso femenino del sustantivo calor no pertenece al español estándar (2.8b).
2.1.1.7. El sustantivo miembro es epiceno, pero también puede emplearse como común en cuanto al género (el/la miembro). No se recomienda la forma miembra (2.9f).
2.1.1.8. Se admiten dos plurales para los sustantivos y adjetivos que acaban en -í: ají (ajíes, ajís), jabalí (jabalíes, jabalís), etc., aunque en la lengua culta se prefiere el morfema -es. Se emplea más la forma en -es en los gentilicios y nombres de etnias: marroquí (marroquíes), pero también se considera correcta la forma en -s: marroquís. Lo mismo ocurre con los acabados en -ú: bambú (bambúes, bambús), canesú (canesúes, canesús). Algunos sustantivos se usan casi siempre con -s, como ocurre con champús o menús (3.2e-3.2j).
2.1.1.9. Alternan las variantes metrópoli y metrópolis, efeméride y efemérides en singular (3.2r).
2.1.1.10. Se incluyen los plurales de las letras, entre las cuales se mencionan a (aes), e (es), i (íes), o (oes), u (úes), ka (kas), cu (cus), i griega (íes griegas), doble u (dobles úes) (3.2w-3.2x).
2.1.1.11. Las palabras pro y contra reciben normalmente los morfemas de plural cuando se emplean como sustantivos: los pros y los contras (3.2z).
2.1.1.12. El plural de té es tés (con tilde) (3.2z).
2.1.1.13. Se recomienda emplear el morfema -s para pluralizar los latinismos en -t y en -m: déficit (déficits), superávit (superávits), médium (médiums), quórum (quórums), etc. (3.3e-3.3i).
2.1.1.14. No se recomienda usar las formas plurales latinas en -a: los currícula, unos memoranda (3.3j).
2.1.1.15. Se distinguen los plurales maltratos (correspondiente al sustantivo maltrato) y malos tratos (del grupo sintáctico mal trato) (3.5g).
2.1.1.16. Se admiten dos plurales en algunas piezas léxicas que se escriben de dos formas por tener dos componentes: el arcoíris (los arcoíris), el arco iris (los arcos iris); puercoespín (puercoespines), puerco espín (puercos espines); medioambiente (medioambientes), medio ambiente (medios ambientes), pero se prefiere el uso de la grafía en una sola palabra (3.5h-3.5i). Estos componentes se estudian en el párrafo 11.7c.
2.1.1.17. Se recomienda pluralizar únicamente el primer elemento de los compuestos del tipo nombre + nombre en los que el segundo componente es determinativo: años luz, camiones cisterna, casas cuna, coches bomba, niños prodigio, etc. (3.5p), aunque hay casos de alternancia, como países satélite/países satélites y otros más (3.5q). Este tema se estudia específicamente en los párrafos 11.5f-11.5ñ.
2.1.1.18. Se tratan los plurales de las abreviaturas, las siglas, los acrónimos y los acortamientos: cap. (caps.), Dr. (Dres.), Relaciones Públicas (RR. PP.), los súper, películas porno, horas extra/extras, las ONG (no se recomienda las ONGs), los módems, los radares (3.7a-3.7ñ).
2.1.2. Flexión verbal
2.1.2.1. Las formas verbales se descomponen en cuatro partes: raíz, segmento VT (vocal temática), segmento TM (tiempo y modo, y se considera que el primero abarca al aspecto), segmento PN (persona y número) (4.1c y ss.).
2.1.2.2. Se emplea la terminología del Esbozo junto a la de Bello (4.1k y 4.15.).
2.1.2.3. Se prefieren las formas alineo, alineas, etc., en vez de alíneo, alíneas, etc. (4.8e).
2.1.2.4. No se consideran pertenecientes a la lengua culta conjugaciones como estas: negoceo, financea, rocea. Las formas cultas son negocia, financia, rocía (4.9d).
2.1.2.5. Los verbos agriar, expatriar, paliar, repatriar se pueden conjugar con hiato o diptongo: agría/agria; expatría/expatria, etc. (4.9h).
2.1.2.6. Los verbos en -cuar también pueden tener formas diptongadas o con hiato: adecúa/adecua, evacúa/evacua, licúa/licua (4.9i).
2.1.2.7. Alternan las formas con diptongo y las regulares en el caso de templar y destemplar. Se prefiere la variante sin diptongo en el caso del verbo invernar: inverno, invernas, etc. Lo mismo con hibernar (4.10e).
2.1.2.8. El verbo engrosar puede emplearse con diptongo o como regular: engrueso/engroso, pero se prefiere la conjugación con diptongo (4.10k).
2.1.2.9. Los verbos bendecir y maldecir, a diferencia del verbo decir, no presentan síncopa de las grupo ec en el futuro y el condicional simples: bendeciré, maldeciré; bendeciría, maldeciría, etc. En cambio, los verbos desdecir, contradecir y predecir pueden conjugarse con síncopa o sin ella en esos mismos tiempos: prediré/predeciré, prediría/predeciría, etc. (4.11a).
2.1.2.10. Se considera incorrecta la conjugación de mecer y remecer como agradecer: mezco, remezca, etc. (4.11b).
2.1.2.11. El verbo abolir, considerado tradicionalmente defectivo, ahora puede emplearse en todas sus formas (sin diptongación): abolo, aboles, abolen, etc. Lo mismo ocurre con los verbos compungir y desabrir (4.14d).
2.1.2.12. En los modelos de conjugación se incluyen las formas correspondientes al uso de vos y usted(es) (4.15).
2.1.3. Formación de palabras
2.1.3.1. Se incluyen listas sumamente detalladas de sufijos y prefijos. Además, se explican los orígenes de muchos de ellos y hasta se detallan algunos procedimientos empleados en latín para formar palabras. Hay preferencia por el análisis sincrónico, pero también se explican algunos análisis diacrónicos. Por citar tres de los tantos casos, véanse los párrafos: 7.1, 7.14a y 8.2.
2.1.3.2. En estos capítulos se citan muchísimos ejemplos de variantes empleadas en muchos países; incluso se especifica en qué lugares se usan determinadas palabras y se explican sus correspondientes significados. Por citar dos de los muchos casos, véanse los ejemplos de sustantivos derivados en -zón citados en el párrafo 5.3j: apretazón, bebezón, estremezón, matazón, etc., y los diminutivos (9.5 y 9.6).
2.1.3.3. Se diferencian la derivación por sufijación y la derivación por parasíntesis (8.1b, 8.1h-8.1i).
2.1.3.4. Se destaca la relación entre morfología y sintaxis que se explica en muchos párrafos, como los complementos que admiten los sustantivos derivados con determinados sufijos. Por citar alguno, véase el caso de los sustantivos en -miento (5.4g-5.4i).
2.1.3.5. Se detallan las direcciones de los procesos derivativos, especialmente con sustantivos derivados con los sufijos -a, -e, -o: criterio histórico, formal y lexicográfico, y se explica la propuesta del sufijo nominal nulo (5.7a-5.7g).
2.1.3.6. Entre los sustantivos en -ia se incluye ventriloquía junto a ventriloquia (6.3h), aunque el DRAE solo recoge la última forma.
2.1.3.7. Los sufijos se enuncian junto con los morfemas de género: -oso/-osa, etc.
2.1.3.8. Se considera correcta la variante lejísimo (7.4d).
2.1.3.9. No se recomienda emplear el superlativo antigüísimo en lugar de antiquísimo (7.4i).
2.1.3.10. También se presta atención a usos muy recientes, como las creaciones de adjetivos en -érrimo con intención sarcástica o paródica: guapérrimo, etc. (7.4n); adjetivos en -al: abundancial, controversial, creacional, etc. (7.7ñ); o adjetivos en -ble con bases sustantivas: presidenciable, etc. (7.10p).
2.1.3.11. Las variantes verbales también ocupan muchos párrafos. Véase, por ejemplo, el caso de los verbos que terminan en -ear: abanicar/abaniquear, agujerar/agujerear, etc. (8.5a-8.5k).
2.1.3.12. Los prefijos se clasifican según varios criterios, tal como se hace en otros estudios gramaticales. Se clasifican en adjetivales, adverbiales y preposicionales, o en separables (ex marido, comité pro derechos humanos, la no intervención, manifestaciones anti-OTAN, entre otros) e inseparables (interminable, alocar, excarcelar, antediluviano y muchos más) (10.2f). En esto hay cierta relación con la capacidad para incidir sobre elementos léxicos mayores a la palabra, lo cual tiene implicaciones ortográficas. Precisamente por esta razón, en la próxima edición de la Ortografía habrá una sección sobre la escritura de las palabras prefijadas, y se explicará en qué casos se usan los prefijos con guion, separados de la base o unidos a esta.
2.1.3.13. Se establecen las relaciones entre prefijación y sintaxis (10.4a-10.4t).
2.1.3.14. También se expone la preferencia por una grafía específica, como en el caso del prefijo separable ex: ex ministro (10.4g), de manera que se mantiene la norma expuesta para este prefijo en el Diccionario panhispánico de dudas.
2.1.3.15. Se dedican varios párrafos a otras clasificaciones de los prefijos: de sentido locativo, de sentido temporal y aspectual, de incidencia argumental (reflexivos, recíprocos y colectivos), cuantificativos, gradativos y escalares, negativos, opositivos y de actitud favorable (10.5a-10.11i).
2.1.3.16. El prefijo auto- sirve para expresar énfasis, entre otras cosas, como en medicarse/automedicarse, lesionarse/autolesionarse, etc. (10.7a-10-7c).
2.1.3.17. El prefijo cuasi- puede escribirse separado de la base o unido a ella, pero no se recomienda el empleo del guion (10.9q).
2.1.3.18. Se recomienda usar guion después del prefijo anti- cuando este se antepone a nombres propios, como en anti-OTAN, etc. (10.11g).
2.1.3.19. No se recomienda emplear la forma paraolímpico (10.12f).
2.1.3.20. En la palabra homofobia aparece el acortamiento de la palabra homosexual (homo), no el prefijo homo-, que expresa igualdad o semejanza (10.12i).
2.1.3.21. Los compuestos se clasifican en propios o univerbales, sintagmáticos y sintácticos o locuciones nominales (11.1b-11.1k).
2.1.3.22. Se estudia la relación entre la composición y la sintaxis (11.2a-11.2v).
2.1.3.23. Se estudian las propiedades fonológicas de las palabras compuestas (11.4a-11.4l).
2.1.3.24. Se admiten las acentuaciones -scopia y -scopía (laringoscopia, laringoscopía, etc.), y también se aceptan dos acentuaciones para las palabras que terminan en el elemento -sfera (biosfera, biósfera, etc.). En el caso de atmósfera, se prefiera la acentuación esdrújula (11.4c).
2.1.3.25. Se prefiere la acentuación llana en los compuestos con -gramo: decigramo, miligramo, excepto en Chile, donde se usan habitualmente las formas esdrújulas (11.4g).
2.1.3.26. Alternan las formas subibaja y subeibaja (11.4l).
2.1.3.27. Se recomienda usar guion en los compuestos de adjetivos cuando el primero de estos conserva íntegra su terminación (árabe-israelí) y también cuando el radical en -o (ruso-) coincide con la forma libre (ruso). Se acepta usar el guion o no cuando las formaciones no se consideran unidades acuñadas: ruso-canadiense o rusocanadiense. En caso de que los miembros de un componente mantengan su denotación independiente, se usa el guion (diálogo hebreo-musulmán); en cambio, si el compuesto se interpreta como fusión de los componentes, no se usa el guion (escritor hispanofrancés) (11.6g-11.6i).
2.1.3.28. Los compuestos verbonominales se estudian detalladamente en los párrafos 11.8a-11.8x.
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