Por Eduardo Kragelund
Como periodista, uno está obligado a leer muchas cosas y de muy diferente pelaje. Pero hay veces que no se sabe si se trata de una cargada (tomadura de pelo, en castellano argentino) o simplemente de gente ignorante o que dice barbaridades gratuitamente.
Este es el caso de la
Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE). Luego de años de silencio -muy beneficioso para el personal, a juzgar por lo que está produciendo ahora-, se largó a dictaminar cómo deben usar su lengua los 40 millones de castellano hablantes que viven en los Estados Unidos. Si lo quieren ver, no tienen más que ir a
Dígalo bien, unas pastillas que transmiten semanalmente por la cadena Univisión.
Ahí nos podemos enterar que no sólo los latinos que viven en Estados Unidos "no lo dicen bien", sino que prácticamente todos o una gran mayoría de los latinoamericanos hablamos bastante distinto de lo que estos académicos desearían. Por ejemplo, muchos decimos "antisocial" y no "insocial", como propone la ANLE a pesar de que nadie usa esa palabra. Excepto ellos, claro está. Del mismo modo, para los expertos de esta academia con sede en Nueva York lo correcto es "opción" y no "alternativa", o "capacitación" y no "entrenamiento", aunque ambas palabras "malas" estén en el mataburros mayor del castellano, el Diccionario de la Real Academia Española.
Ni hablemos de las palabras propias del castellano estadounidense, absolutamente implantadas en el lenguaje diario de los latinos en Estados Unidos. Usar "vestimenta casual" y no "informal", "average" y no "promedio", "llueven perros y gatos" en lugar de "llueve a cántaros", "gangas" y no "pandillas", "introducir" y no "presentar", son verdaderos pecados mortales. Ni qué hablar de "parquear".
Pero el colmo de estos académicos, para quienes evidentemente la lengua es un producto de laboratorio que debe regirse por normas impermeables a todo uso, es que comenzaron a inventar palabras, como si los usuarios del idioma estuvieran esperando que un genio les venga a decir cómo deben denominar las cosas. Y aquí me paro. Los dejo con una verdadera joya titulada "Hispanounidense o cómo nace una palabra", una entrevista que un académico de la ANLE, Manuel Garrido Palacio, le hace el 7 de abril del 2010 al director de la ANLE, Gerardo Piña-Rosales. Un clásico autobombo, como diríamos los que hablamos el castellano argentino.
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Texto de la entrevista (aclaro que se trata de la versión integra de la entrevista, a la que no se le tocó ni una coma)
La Academia Norteamericana de la Lengua Española de Nueva York (ANLE), fundada en 1973, es una de las 22 academias de nuestro idioma en el mundo. Sin fines de lucro, tiene por misión fomentar el uso correcto de la lengua española en los Estados Unidos. Su Director hoy es el escritor y catedrático Gerardo Piña-Rosales.
Manuel Garrido Palacio: Hace poco surgió en el seno de la Academia Norteamericana la palabra «hispanounidense»; ¿qué hay dentro de ella, a quién o a quiénes se aplica?
Gerardo Piña-Rosales: Este neologismo, del que soy acuñador, describe a las personas de origen hispano —hablen o no español— que residen en Estados Unidos. Me parece un vocablo más acertado que los que se han venido usando hasta ahora: «Hispanic», latino, hispano, etc.
MGP: ¿Cómo nace una palabra? ¿Se busca, se encuentra, se celebra su presencia en la Casa de las Palabras, es decir, la Academia?
GPR: Las palabras nacen, viven y mueren como cualquier organismo. Las hay que nacen porque se necesitan para nombrar algo nuevo, algo que antes no existía. La Academia no crea las palabras, sino el pueblo, la gente. Después, si el nuevo vocablo arraiga (sobre todo porque no atenta contra el genio de la lengua), si millones de personas lo usan, la Academia lo recoge en sus diccionarios. En Estados Unidos, muchas de las voces que hoy se consideran anglicismos inaceptables, al cabo de los años y por el uso reiterado que de ellos hace la población, acabarán siendo parte, y parte legítima, de la lengua española.
MGP: ¿Qué piensa del llamado espanglish?
GPR: Que es un fenómeno natural; una realidad. El español de Estados Unidos tendrá siempre características propias; la más relevante es la influencia del inglés. Pero eso no significa que hablemos Spanglish. Lo que no debemos hacer, como han hecho y hacen algunos profesores y educadores (por llamarlos de alguna forma) es proponer el Spanglish o espanglés como una nueva lengua, como un idioma que incluso hay que aprender. Eso es decirles a los millones de inmigrantes que no se preocupen por mejorar su español ni por aprender inglés. A mi juicio, estos defensores del Spanglish (ensalada de la que, por cierto, ellos mismos no gustan) están haciendo un flaco favor a las personas, sean inmigrantes o no, que desean superarse, que aspiran a poder desenvolverse algún día en ámbitos profesionales.
MGP: ¿Qué hace la ANLE en este sentido?
GPR: La Academia Norteamericana, con fondos muy limitados, con muy poco apoyo gubernamental (ni de España ni de Estados Unidos), hace lo que puede. Hemos suscrito un convenio con GobiernoUSA, agencia del Gobierno estadounidense que informa y presta ayuda a los hispanos a través de sus páginas web. La ANLE asesora a esta agencia para que el español que ésta utiliza sea lo más correcto posible. Acabamos de publicar el libro Hablando bien se entiende la gente (Ed. Santillana USA), con más de 300 consejos idiomáticos, también transmitidos por Univisión todas las semanas. Y no hay que olvidar que el Gobierno de Estados Unidos ha reconocido a la ANLE como la máxima autoridad del español en este país.
MGP: ¿Cómo se defiende un idioma en esa primera línea?
GPR: La mejor defensa es hablarlo y escribirlo bien; pero para ello me parece fundamental que las nuevas generaciones de hispanounidenses no olviden su origen, su cultura, su lengua. Hay que luchar para que los jóvenes hispanos no abandonen la escuela, la universidad. Nos guste o no nos guste, la clase media educada es la que mejor conserva y defiende el idioma, por la sencilla razón de que posee una conciencia lingüística, una conciencia cultural; sabe que el español es una lengua universal, expresión de una rica y variada cultura, por no hablar de las ventajas económicas del bilingüismo.
MGP: Parece difícil hablar de un grupo homogéneo de hispanohablantes.
GPR: El conocimiento de la lengua vernácula depende del grado de escolaridad del hablante. Una gran mayoría de los hispanos que viven en Estados Unidos (personalmente, me parece aberrante hablar de legales e ilegales) proviene de países pobres y de estamentos sociales muy humildes. Es comprensible que su nivel de habla y escritura no sea muy elevado. Pero también es verdad que existe ya una pujante clase media, educada, que se siente cada vez más orgullosa de su lengua y de sus orígenes hispánicos, personas para quienes el ideal es el bilingüismo, la biculturalidad.
MGP: Podemos decir entonces que la salud del español en Estados Unidos es…
GPR: ¡Muy buena!