martes, 18 de agosto de 2009

¿Va con tilde?


Por Eduardo Kragelund

Los periodistas vivimos peleando con el tiempo. Y justamente cuando el tiempo se nos viene encima, cuando estamos al borde de un cierre o el jefe nos mira de reojo preguntando cuándo vas a terminar el artículo que estás escribiendo, se nos forma una laguna y aparece una típica duda: ¿lleva o no lleva tilde?
Pero si exceptuamos la acentuación de los diptongos, triptongos y hiatos, que son más complejos y los trataré por separado, las reglas para saber si una palabra debe ir o no con tilde se pueden resumir en unos cuantos puntos que resultan fáciles de recordar.
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Generalidades
Las palabras se clasifican en cuatro grupos principales, según su pronunciación:
Agudas: cuando el acento fonético recae en la última sílaba (a-yer, ha-blar, Ma-drid).
Graves (también llamadas llanas): cuando el acento fonético recae en la penúltima sílaba (a-cen-to, fo-ro, a-mi-go, sies-ta, za-pa-to, ca-rro).
Esdrújulas: cuando el acento fonético recae en la antepenúltima sílaba (plá-ta-no, a--ri-ca, es--pi-do...).
Sobreesdrújulas: cuando el acento fonético recae en sílabas anteriores a la antepenúltima (ra-pi--si-ma-men-te).

Reglas básicas
Agudas: llevan acento ortográfico o tilde las que terminan en -n, -s o vocal (pa-pá, ma-ní, le-ón, A-ra-gón, Pa-rís, pero no: ayer, caracol).
Excepción: no llevan tilde cuando terminan en -s precedida por otra consonante (robots, tic-tacs, Orleans).

Graves: llevan tilde las que no terminan en -n, -s o vocal (tré-bol, már-mol, ár-bol, án-gel, pero no: casco, tipo, sangre, menos).
Excepción: llevan tilde cuando termina en -s precedida por una consonante (bíceps, fórceps, cómics).

Esdrújulas y sobreesdrújulas: todas llevan tilde.
Ejemplo: plá-ta-no, A-mé-ri-ca, es-tú-pi-do, mur-cié-la-go, re-pí-te-me-lo, có-man-selas, de-mu-és-tra-me-lo, cár-ga-me-lo.

Singular y plural: llevan el acento fonético en la misma sílaba (crimen, crímenes; nación, naciones). Sólo hay dos excepciones a esta regla: carácter, caracteres y régimen, regímenes.

Mayúsculas: van con tilde si así lo exigen las reglas de acentuación (Álvaro, Ébano, África).

Monosílabos
Son las palabras de una sola sílaba que contienen una vocal o un grupo de vocales que forman diptongo o triptongo. Ejemplo: huir, liar, Luis, pie, fue, guion, fiais. Los monosílabos no se acentúan, salvo los que llevan tilde diacrítica.

Tilde diacrítica
Algunas palabras pueden llevar o no tilde dependiendo de su significado. Por eso, este uso de la tilde se denomina diacrítico. Se enumeran a continuación los más importantes:

Aún: Lleva tilde cuando puede sustituirse por todavía (Aún la espera, este modelo tiene aún más potencia). No lleva tilde cuando se utiliza con el mismo significado de hasta, también, incluso (Aprobaron todos, aun los que no estudiaron nunca, puedes quejarte y aun negarte a venir, aun así, aun cuando quiera).

Qué, quién, cuál, cuyo, dónde, cuándo, cómo: Se tildan cuando cumplen una función interrogativa o exclamativa.

Este, ese, aquel y sus femeninos y plurales: los pronombres demostrativos están eximidos de la acentuación ortográfica.

Tú, él, mí: llevan tilde cuando son pronombres personales. No llevan tilde cuando cumplen la función de artículo (el caballo) o de adjetivos posesivos (tu auto, mi sombrero).

Sólo: Podrá llevar tilde cuando cumpla una función adverbial. Es decir, cuando pueda sustituirse por solamente (Sólo tengo dos manos, me propongo sólo estudiar, estoy solo, me gusta el café solo).

Dé: Se tilda cuando es una forma del verbo dar (Dé tiempo a que termine). No se tilda cuando es una preposición (el libro de clase).

Más: Lleva tilde cuando es adverbio de cantidad, adjetivo o pronombre (Tu coche es más rápido que el mío, poneme más azúcar, no quiero más). No lleva tilde cuando se trata de una conjunción adversativa (Fue hasta la casa, mas no se fijó si estaba ocupada).

Sé: Se tilda cuando es una forma del verbo saber (Sé bueno). No lleva tilde cuando actúa como pronombre (se vieron en la esquina).

Sí: Lleva tilde cuando es adverbio de afirmación (Sí, estoy preparado). No lleva tilde cuando es una conjunción (Decime si es verdad).

Té: Se tilda cuando se refiere a la infusión. No se tilda cuando es pronombre personal (Te llamo cuando llego).

Palabras compuestas
- Cuando una palabra pasa a formar parte de forma parte de otra, pierde el acento que le correspondía como palabra individual. Ejemplos: río, rioplatense; décimo, decimoséptimo; así, asimismo.

- Sin embargo, en las palabras compuestas unidas por guiones, cada elemento conservará su pronunciación y acentuación: hispano-soviético, crítico-biográfico.

- Los adverbios terminados en -mente se exceptúan de la regla anterior: llevan acento cuando lo lleva el adjetivo simple. Ejemplos: ágil, ágilmente; cortés, cortésmente.

Nota: las reglas de acentuación de diptongos, triptongos y hiatos se explican aparte
Fuentes: El castellano, Guía Ortográfica de la Universidad Autónoma de México, Wikilengua, Diccionario panhispánico de dudas.
Corrección: Dr. Gustavo Silva

Porque, porqué, por que y por qué


Por Eduardo Kragelund

Cada día, en cada diario de habla castellana, encontramos metidas de patas relacionadas con estas palabras. Sin embargo, hay normas básicas, fáciles de recordar, que pueden ayudarnos.
A continuación, definiciones simplificadas de cada palabra y ejemplos de uso.

Porque es una conjunción que permite enlazar una oración principal con otra subordinada que explica la primera (Decidí venir porque me lo pediste).

Porqué es un sustantivo que significa causa, motivo o razón (Comprendo el porqué de tu actitud).

Por que es una secuencia formada por la preposición por y el pronombre relativo que. Sustituye a “por el/la cual” (La razón por que fue condenado está clara). A menudo acompaña el verbo velar (El presidente debe velar por que se cumpla la Constitución).

Por qué es una secuencia formada por la preposición por y el pronombre interrogativo qué. Se usa en oraciones interrogativas directas (¿Por qué estás enojado?) o interrogativas indirectas (Me gustaría saber por qué está enojado).

miércoles, 5 de agosto de 2009

¡A las barricadas!


Por Luis Carlos Salgado Díaz *

¡Compatriotas hispanohablantes. El castellano os necesita. El enemigo sajón nos invade y ha llegado la hora de luchar y defendernos! ¡Hermanos de América y España. Demostremos que somos dignos herederos del Cid y de Bolívar! ¡Hagamos frente al invasor! ¡A las barricadas, a las barricadas!
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Bueno, tranquilos, no me he vuelto loco. Aunque no sé si seré de los pocos, la verdad, porque la soflama bélica con la que he comenzado estas líneas se queda en agua de borrajas comparada con el vocabulario que se está utilizando últimamente a la hora de afrontar el problema de los anglicismos. Y créanme, no les exagero: hace poco más de dos meses las Academias Hispanoamericanas acordaron formar un «frente común» contra el «acoso» al que nos está sometiendo el inglés. Pero no un frente común cualquiera, sino uno que actuará «como una fuerza de choque» y que será «muy beligerante» en la «defensa del idioma».

Esta actitud victimista, pesimista o derrotista —llámenla como quieran— no responde en absoluto a la realidad del idioma, que ha demostrado a lo largo de sus diez siglos de existencia que sabe defenderse solito de la influencia de otras lenguas. Yo confío plenamente en la fortaleza del castellano, principalmente ahora que estamos empezando a aceptar que el español es de todos —y no sólo de los españoles—, que se habla igual de bien -o igual de mal- en todos los países hispanos y que la responsabilidad de utilizar el idioma con gusto, estilo y corrección es tarea común. Esto es lo realmente importante, que la gente sepa que la responsabilidad idiomática es suya.

Sin embargo, lo que me parece bien es la propuesta de las Academias Hispanoamericanas de crear un Diccionario Normativo de Dudas para que podamos tener siempre a mano la traducción en español de los numerosos términos que está creando el inglés en casi todos los campos de la ciencia. Porque no hay duda de que para evitar préstamos de otros idiomas lo mejor que podemos hacer es crear nosotros las palabras. Y aquí radica uno de nuestros grandes problemas, porque desgraciadamente la creación científica -y especialmente en el terreno informático- es uno de nuestros puntos flacos.

El otro es la pedantería y el esnobismo, que por cierto procede del inglés snob, y que significa utilizar palabras y expresiones de otros idiomas a los que se considera más prestigiosos. Así, por esnobismo o por pedantería, solemos decir bacon (léase beicon) por panceta, self service por autoservicio, match ball por pelota de partido, play off por eliminatoria, holding por grupo empresarial, overbooking por sobreventa —o por mala leche, depende de si le toca a uno o no—, tie break por desempate, airbag por protector de aire, o bolsa de aire. En fin, la lista es interminable, todo lo que suena a inglés está de moda. Y la culpa no es de los yanquis o de los pérfidos albiones, la culpa es básicamente nuestra. Especialmente de los medios de comunicación, un territorio salvaje donde cualquier anglicismo es siempre bienvenido, sobre todo si es innecesario y se refiere al mundo del deporte. Y, asómbrense, esto es todavía más común en España que en América. La cuna del idioma va a acabar siendo the cradle of the language.

Ahora se ha puesto muy de moda entre los comentaristas deportivos españoles utilizar la expresión hat trick cuando un futbolista consigue tres goles. Es una voz inglesa que literalmente significa el «truco del sombrero». Viene de una antigua tradición británica por la cual al que destacaba en alguna competición festiva le regalaban un sombrero (antiguamente una prenda de prestigio). De ahí pasó al cricket —un deporte parecido al béisbol donde el que realizaba tres anotaciones con bolas sucesivas conseguía un hat trick— y del cricket al fútbol. En una ocasión le pregunté a un grupo de periodistas qué significaba la dichosa frasecita que repetían constantemente. Nadie supo contestarme salvo lo ya sabido: que era meter tres goles. Uno de ellos me dijo que venía de had three, esto es: «tenía tres» en inglés, quizás imbuido por la semejanza fonética entre hat (sombrero) y had (tenía), y entre three (que suena zree) y trick. Otro, que sabía un poco más de inglés, me explicó que era «sacar un conejo de la chistera», de ahí lo del «truco del sombrero». Una explicación genial, pero inventada. Lo cierto es que ninguno de ellos sabía en realidad de lo que estaba hablando. Y este es el problema: que a menudo en televisión se habla de lo que no se sabe. Basta con que la palabra sea inglesa para que sea utilizada sin más miramientos.

Pero no pretendo ser excesivamente crítico. Creo que es un acierto denominar de una manera especial un lance tan singular en fútbol como es conseguir tres goles. Especialmente en esta época de sequía goleadora. Lo que no me parece bien es utilizar una expresión inglesa que no significa nada para ninguno de nosotros. Sin embargo, lejos de meterme en las trincheras y calar la bayoneta contra este barbarismo, yo veo más acertado pasar a la ofensiva y buscar alguna palabra española que se ajuste a la situación que queremos describir. Dicen que la mejor defensa es un buen ataque, y así voy a proponer algunas opciones a ver qué les parecen a ustedes.

El mejor ejemplo que se me ocurre es «tricornio» por eso de que engloba el concepto de sombrero con el de tres. Lo malo es que no sé si quedará bien. Imagínense: «Tercer gol para Raúl que consigue un tricornio». No sé, no sé... quizás no sea lo más adecuado. Y no lo digo sólo por los tres cuernos... Otra posibilidad es utilizar la palabra «tresbolillo», como ya sabrán una difícil manera de hilar los tejidos. Pero tampoco me acaba de convencer: «Tresbolillo para Raúl que esta noche está inspirado». ¿A ustedes qué les parece? Una que a mí me gusta mucho es «triquitraque», que suena a tres por eso de «tri» y que además tiene que ver con quemar las redes rivales: «Triquitraque para Tsartas...» Otra posibilidad puede ser «trestanto» que significa exactamente eso, tres tantos: «Rivaldo consigue su cuarto trestanto de la temporada». A mí me gusta, la verdad. Aunque quizás lo mejor sea utilizar el simple y contundente «triple», que además, es lo que es y no otra cosa. O crear la innovadora —no figura en el diccionario— «triplete», en clara analogía al ya existente «doblete». Pero me temo que palabra tan castellana y tan simple jamás será aceptada por nuestros comentaristas deportivos a quienes les gusta todo lo contrario a la simpleza.

En fin, de lo que no tengo duda es de que los hablantes suelen ser más sensatos que la mayoría de los periodistas cuando de aceptar anglicismos se trata, y por eso yo soy francamente optimista sobre el futuro del español y las influencias que recibe del inglés. Recuerdo que hace algunos años, un programa de televisión realizó un concurso entre sus espectadores en el que todos podían proponer palabras para decir en español el anglicismo zapping, esto es, cambiar de canal. La palabra ganadora fue «zapear», verbo que también admitía el sustantivo «zapeador» para referirse al mando a distancia. El telespectador que propuso la palabra la hacía derivar de la interjección ¡zape!: echar al gato. Fue un digno ganador. Pero la mejor de las propuestas fue una que, aunque no resultó vencedora, recibió una mención especial por su originalidad. La palabra en cuestión era el verbo «tequiyar». Su autor lo hacía derivar de la expresión castiza y andaluza ¡Te quieres ir ya!, que se suele contraer en ¡tequieriyá! y de ahí «tequiyar». Les confieso que la adopté desde el primer momento y todavía hoy, cuando estoy en casa y oigo a algún locutor deportivo decir que fulanito o menganito ha conseguido un hat trick lejos de mosquearme y parapetarme en la barricada, lo primero que hago es agarrar el zapeador y decir: «¡Ea, tequieriya!»

* Este artículo fue publicado el 15 de mayo del 2000 en el Diario de Andalucía (Sevilla), pero su vigencia es indiscutible.